Tomado de: Javier San Miguel
Cuando el profesor de música volvió después de 10 años tuvo que reconocer que el pueblo seguía casi igual. Pero no, no era el mismo. Al seguir por el camino de tierra, un hombre estaba cavando una zanja; no parecía cansado. De improviso de puso a cantar y el profesor de música pensó: “Y esa es una canción que no enseñe”. Siguió caminando y más allá una mujer junto a una artesa lavaba y cantaba. Dio unos pasos y una muchachita cantaba mientras regaba unas flores y el maestro para sí mismo se repetía: “Es una canción que no enseñé “. Al llegar a la plaza había un grupo de jóvenes que cantaban alegremente, él nunca había enseñado esos temas. Nadie le reconoció. Nadie fue a saludarlo, nadie le dio las gracias. “Es una canción que no enseñé” se repetía para sí el profesor lleno de asombro. Y su alma se llenó de gozo porque era un maestro de verdad.
Noticia: “La sociedad debería poner al maestro en el pedestal que se merece”: Antonio Celia
ResponderBorrarCortar las imitaciones, saber que no se enseña lo mismo dos veces.
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